martes, 27 de noviembre de 2007

Lagrimas de blues



Amanece temprano en los tugurios
donde se sirven intermitentemente
delicias que ensañan la virtud, mientras
se vierten amores en las botellas
adyacentes; destiladoras de mensajes
que nunca nadie los rescatara del mar.

Un alma de blues corre las cortinas
de la desesperanza, entre bambalinas
de humo rompe los acordes de la ruidosa
negación del silencio, cuando aun es temprano,
para beber todavía hasta tan tarde.

Un viejo se sienta trabajosamente sobre
el taburete, mientras de una acústica asimétrica
unos dedos sin historia le arranca al piano
un mi complaciente, impregnado en alcohol
que va acariciando entre algodones pabellones auditivos.

El alma de blues incendia con sus notas
los espacios acuciantes sobre el péndulo
de la melancolía, potenciando los acordes
sobre los dividendos que el alcohol adeuda
al cuerpo, en falsa cuartada de complicidad
penitente de amor y albedrío.

No es Paris quien arde ni ha amanecido
todavía, ni el anillo dorado que deja el pequeño
vaso sobre la mesa, usufructo de plenitud
que circundara nunca dedo alguno.
Lagrimas de blues; alucinatoria nitidez
de media noche martillea el rigor de un piano,
y sobre el embeleso de sus acordes, se derrama
un cerumen litúrgico que resbala como plomo
negro cuestas abajo, cotejando las mejillas.
Lagrimas del blues, olvidar lo no aprendido.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Cronología del dolor.


Muerte y vida se confunden
en las contiguas habitaciones del dolor.
Sobre la definición del hombre
que exalta su condición de ser,
se han detenido mis pasos,
sin mas elocuencia que la niebla
que deposita sobre el magnánimo deseo
de vivir, las cenicientas alas del dolor.

Cae la noche sobre el roquedo
claro donde se enarbolaba la bandera
azul de los sueños, que almibaran
el alma, y copos negros de escarcha
desbaratan el plumaje imbatible
de la libertad, en ambigua rendición
que milita en la frontera del olvido.

Enloquece el tiempo bajo la ley
que somete a la mas burda heredad:
a la angustia ignorante, la vulgaridad
de lo efímero, lo falaz de lo perecedero,
de lo humano origen de lo mortal.

La bajamar, ha arrastrado mi barca
hacia la indiferencia, su retractilidad
ha quebrado la tablazón de su entereza
dejándola a merced de sotavento.

sábado, 27 de octubre de 2007

Flor arañada de blanca desnudez.



¿Donde esta el jardín oculto?
mis ojos son inútiles, y en el reino
del polvo tiembla la sangre que clarifica
el vértigo de la libertad, que convierte
los sueños en desvarió. Contemplativo,
sucumbo cuando sonríes navegando
los mares de mi memoria.

Con solo un nombre, se aferra la flor a la vida.

Alla donde no hay limites
y mi hogar es un enclave pequeño
abonado en la creencia de la felicidad,
la memoria guarda recuerdos
de alegóricas formas de vida.

Allí donde un rayo de luna maceraba
un grano de arena, y de las conchas
perfectamente nacaradas se alineaban
reflejos brillantes que competían con el sol;
perlas negras que gravitaban de boca en boca,
en la preterición del entendimiento.

A la izquierda, un pequeño jardín
incubaba la luz azulada de Venus
hostigada de olvido, y de la tierra escarchada
de sueños, florecían ramas de primavera
aferradas a la hendedura de antiguas palabras,
al intimo origen donde coexisten con el silencio.
Es allí, donde nacen flores sin nombre,
con un extraño elixir que te devuelve
al vasallaje que irremisiblemente siempre
acepta la memoria; lupanar del soliloquio.

Una flor arañada de blanca desnudez
persiste orgullosa en el lugar mas recóndito.
Hechizada de luna se abandona a la frugalidad
de la arena; taciturna orilla del agua,
y en la seducción que el mar adeuda
al justo desorden del tiempo, se volatiliza
en las églogas que dan sentido a su nombre.

domingo, 14 de octubre de 2007

El faro.




Llegaste solo, impregnado con la sal
de las rémoras que te acompañan, sin mas tregua
que la abdicación, devuelto de las arcas
oscuras que la noche presta a la voz
del temporal, cuando las babas del mar
se arrodillan ante la espada de Astrea.

No hay voracidades que escapen a la vocación
del faro, vigía de los recuerdos que arden
con llamas intermitentes, blanquecinas,
que contagian el sueño de Themis
y a su media deidad dormida.

El faro alumbra el mar de la memoria
con imperturbable celo, mientras bancales
de almendros sostiene victoriosos la albura
del aire quieto, bajo una luz herida.

La lengua del agua lame las piedras del
acantilado con avariciosa lujuria, trepando
los riscos que soportan a los inclinados pinos,
avanzadilla del faro en las noches oscuras de luna.
Un diamante perfila el hilo del horizonte; antorcha
que desborda la cordura, y la sangre necesaria
conduce el ritmo de lo que ya no importa,
hacia los lugares donde la luz no inclina la balanza,
ni la espada puede cortar la oscuridad de la noche.

Tu, que soñaste con tener las llaves del mar
y proyectarte sobre el en la oscuridad
que persiste a ambos lados de sus claros
arenales, cuando solo eres memoria que junto
a la saliva azul asciende al universo mientras
danza la pleamar. Pero no de noche cuando
la luciérnaga gira sobre su pedestal,
y tu contemplas su latido gravitando como
un rayo que quisiera alcanzar la aurora.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Cuando los niños se despiden del mar.



Dulce melancolía que enciende
la luz del mar, que se proyectaba
como una beldad al doblar el faro.

En este lenguaje comprimido,
esta la esencia de las perdidas
que se desvanecen sobre las muescas
que los ojos dejaron pintadas con tiza,
en el lienzo blanco de una chalupa.
La niñez sin misericordia, disgrega
las partículas de los juegos
en las escarpadas calles que iban
a parar al mar, estrechas y largas,
atadas a un cabo de la inocencia:
pelotas que dejaron de botar al doblar
la esquina del viejo pinar, el olor a domingo
en el pelo de una muchacha, la viruta
del lapicero recién afilado y la goma
de borrar tristezas de amistad.

Un sol tullido y viejo llora lágrimas
rojas, mientras se oculta tras el horizonte
mágico de los cuentos.

Nada consuela la ignorancia del motivo
de la perdida, ni el dolor que se oculta
tras las cañas, cuando los niños
se despiden del mar.

Tu muñeca, mi arsenal de lápices decolores,
las mañanas de abril y las flores,
la conmiseración del cielo, que separaba
tu puerta de la mía y una canción.

Mi pueblo era una mujer con nombre
de santo varón, un caminar bajo mis pies.
La niñez: una palabra sobre un cono de helado,
que degustaba cada verano a las tres.

14/junio/2007

domingo, 16 de septiembre de 2007

Sombras de otoño.


AUSENCIA.
Cuando te fueite,
me dejaste la noche
y su negrura.
Una lumbre mojada
gotea de los astros. (Manuel Neila)


Hay un lugar donde converge
el otoño y el ocre de las despedidas;
plazuelas vestidas de cielo negro
donde los niños abrigados de luna
ofician las sombras, de espaldas a la noche.

Otoño y despedida conforman un puente de plata
que sostienen ambos costados del recuerdo,
pendulando sobre los veleidosos turnos del futuro,
supliendo espacio por distancia en una estación
angosta, de envinados reflejos.

Hacia un lugar presentido deriva esa forma
que respira, su temblor no es vida,
si no aposento del ser, lugar de espera
donde nunca nadie se encuentra a si mismo.

El otoño transporta el mapa de los recuerdos
al lugar donde se enjuagan las lagrimas
que detienen el tiempo de las constelaciones,
sin dejar apenas espacio donde regocijar
el pensamiento, que avanza y retrocede.
Suyo fue desgranar el fruto, como ahora
lo es la cáscara de la tarde malva, donde
se reclina el sol de poniente.

El cielo de Orión derramara la ceniza
de las babas de Sirio, su sonrisa acerada
anuncia el frió del invierno a ambos extremos
del adiós, antes de que finalice el otoño.

jueves, 13 de septiembre de 2007

La rosa.




La poesía nombra a la rosa
para dejar a la razón en las márgenes
del sueño, su fragancia traspasa
el umbral del pensamiento, quedando
atrapada, entre olvido y recuerdo.
Y este aire que viene a perturbar
el orden de las cosas, dejando caer
lentamente la lluvia de los tilos
sobre las espaldas, mientras el corazón
late contra el muro del pecho.


¿Es esta luz, la que vierte su clemencia
entre sus pétalos y tanta primavera?

Ella viene a constatar que ninguna estación
dura eternamente, por mas que se empeñe
el alba en ocultar su origen y su abundancia.
No es la rosa su nombre, ni la remembranza
su aliento, ni aun el clamor del roció
que posa sobre ella sus gotas de agua,
son elixir que cierren el camino de la sangre.


Todo es la rosa en estas líneas
que pretenden dibujar la estación
donde no se detiene el tiempo, donde
quedan las hojas muertas y una sensación
de otoño que justifica una historia,
antes de que llegue el invierno.

¿Quién dijo rosa sin nombrarla?

Rosa solo hay una, la que hiere,
la que cura, si hay una voz
que precipite un nombre donde
reconocerse, para saber que ya pesan
mas las luces que tu derrota.
1/03/2007

domingo, 9 de septiembre de 2007

Tiempo de aire (bis)



Crecer sobre las alas húmedas de principios
de septiembre, cuando el verano sumerge
su agonía en el corazón de este aire de poniente.
Tiempo de aire incandescente: arruga del mar
tras la escollera del consuelo, sol de la ultima
tarde, que guarda en nosotros su memoria para
florecer en las pupilas transparentes del poeta.

Regresan los nombres que el mar devuelve
alados a las voces del oleaje, tiempo de aire
arrastra las redes de la misericordia
que la primavera deposito en su brillar
mas puro, para que el amor no deje señales
en la agonía que precede al verano.

Un péndulo de fulgor abrasa a cada hombre,
en la escala de la flecha que arde en cada verbo.
Abrir las puertas al aire, que nadie detenga
su corriente vendaval de verdad, que limpie
mi casa y detenga las velas del reloj, donde
se suceden los tiempos del aire.

Contra el oleaje, rompiendo el espectro
de la luz que enturbia el puerto que le espera,
barre el aire mi barca y su destino, y la pleamar
baila una danza de nieve, que nos roza con sus alas
un instante, conformando la marea de las palabras.

Viento de vida, fundación de mi voz,
a ella me uniré para ascender, para volver
a ser, tiempo de aire.

martes, 7 de agosto de 2007

Volver de la soledad.


La consciencia se ha dormido
en lo que queda de noche,
próxima a una nueva forma de soledad.





La luna posa sus estrías sobre
lo que queda de la noche. Azulean
las esquinas con el vapor del calor
que alivio la lluvia de la tarde,
en la aldaba regia de un prometedor agosto.

Un hombre camina sobre la luz
de sus óxidos, sin tiempo, disperso
apenas entre la brisa del mar y una
vieja canción, sin mas vida que la memoria;
recuerdos superpuestos en otra forma
de tiempo que acercan a la indolencia,
¿Qué nombre de mujer? Sucinto amor,
¿Qué música por venir en esta oscura
claridad, que no hiere la verdad,
ni siquiera la que no fue?

Asiste solo al día y a la luz
que condiciona el tiempo a la armonía,
al paritorio donde los sueños se ocultan
tras su huella por no desvanecerse,
y la compara con la noche, en lo mas profundo
rechaza el manto tenue de la muerte, resortes
libres del pensamiento: agravios, inquietudes,
vilezas refulgentes que el mundo no equilibra,
todo nombres sin nadie que se revelan
en el aire y no aciertan los recuerdos.

La noche estimula la nostalgia
ante el reflejo de la luna esplendente.
¿Es esta extraña sensación al despuntar
el día, regresar de la soledad, sin saber
de que forma, ni cual es el camino?

jueves, 2 de agosto de 2007

Nuevas manos, juventud.


Nuevas manos abrirán los surcos
que la vida va cerrando en esta orilla,
bajo las sombras que la luna no acierta
el naufragio, morir y resistirse.

Certezas del fondo del paisaje,
mirando a la vez a ambos lados del camino,
buscando una frágil brizna de belleza
ante tanta lluvia desacorde, nada,
rompe los silencios, ni una gota
que dibujase un arco iris.

Nuevos ojos abrirán la madrugada,
depositarios del alba en la noche oscura,
y no existirá el ayer, por que ellos nada saben,
traslucidos pasaran sin oír la voz que como
un vértigo asegura en la humedad otoñal
del ocaso: estas conmigo por que fui,
por que soy juventud,
bajo los surcos de la piel y las arrugas.

sábado, 21 de julio de 2007

El mar y Tú

Colliure, abril 1987.

Anchas calles sostienen tu memoria
entre tanto mar y tu ultima morada.
Soy el que huye tímidamente del cauce
de la derrota, en silencio, esperando encontrar
tu voz sobre la arena que sostuvo tus últimos
versos, esa misma arena que no espera
ya que nada vuelva a ser constante,
ni siquiera la tristeza que el frió mármol
contagia de certeza, a la mano que no puede
acariciar tu frente.

Tibios son los caminos de las cosas pequeñas,
y sin embargo sigo sintiendo tu presencia,
en este espacio que se interpone entre
lo que escribo y lo que siento, nada
nuevo que no sepáis el mar y tu.

En la concavidad de tu ausencia
se trama el fuego de los recuerdos;
confesiones que la noche hizo al mar
sobre los sentimientos de los poetas.
Ellos dibujan los desvanecimientos
de las primaveras azules, sobre las astas
blancas que empujan al temporal.

En Colliure arrodille la fe, en ese rincón
de oro donde resplandece el sol
a través de tu ventana, y sobre las hojas
perennes de los pinos, tendí este amor
atemporal y perpetuo que declina tu nombre
bajo la plenitud intermitente del faro,
el dispersa la luz como partículas de vida,
sobre los óxidos que determinan el justo
lugar, donde la vida abraza a la muerte.

"Estos días azules y este sol de la infancia"
aseguran ser lo mismo vivir y haber vivido.


jueves, 19 de julio de 2007

La complicidad.

...En la primera curva,
cuando le doy la espalda al sol,
encaro el tiempo en cuyo seno vivo.
Y ya no ven mis ojos otra luz
que el claroscuro de mi nombre
urdiéndose en la trama de las horas.
A. Cabrera.




Sobre caminos salados cabalga la complicidad.
Avarientas son las certezas que no dejan lugar
a la duda, endureciendo las horas entre el sol
y la desidia, sin duda esa forma presentida,
es el cauce acostumbrado donde el horizonte
es apenas un limite inalcanzable.

Complicidad: esa rara flor que se resiste
a la consigna del olvido, con sus gestos apuntando
hacia antiguas nebulosas que vocean la mañana,
la nueva mañana que nos trae la confirmación
de gestos tan antiguos, que acicatean la insurrección
de las palabras, la conmiseración de lo que hasta
entonces no ha sido: la luz que alumbra equitativamente
sobre los pensamientos que celebran el afecto,
de espaldas al defecto y la relegación.

Sobre minúsculas gotas de eternidad se abrazaban
amorosamente los afectos, en la justa proporción
de cada soledad, después de tanta vida.
Nada hacia pensar que un día cualquiera,
se habría de procesar tanta ilusión desmedida,
cotejándola con cada realidad.

Duras son las piedras que golpean sobre la resignación,
desplazan al silencio sobre el que se instala la duda,
hasta desmembrar el significado de las palabras,
tal vez sedientas, por la sal sobre la que cabalga
la complicidad y sus impostados gestos.

martes, 17 de julio de 2007

Soledad.

Cuando ya no queden agravios que infrinjan
a los espejos las preguntas nunca hechas,
sospecharemos de la soledad convicta
en la interina realidad que envuelve al tramite
del sueño: a tal causa, tal efecto, sentenciaran
los bufones, tartufos del pensamiento.

Busco en las sombras, el bosque
legendario, donde quedo la palabra
que dejo caer su peso sobre las piedras.
El derrotero opaco del recuerdo
va mas allá del camino que recorre
el corazón de la memoria, sin dejar
apenas sitio para la razón y mis asuntos.

Busco unos ojos claros que dibujaban
cada minuto de las tardes de verano,
entre reflejo y reflejo, le arrancaba
al agua sonrisas blancas que dividían
el azul del océano, en una efímera eternidad
de velas, entre el sol y el horizonte.

En mis manos sostengo el silencio.
Nadie responde a la llamada en la memoria
que quedo después de ti, su congénito
horror adherido al pensamiento convicto
de ocaso, intercepta en las sombras las imágenes
fragmentadas por la fría aguja que urde
las horas, con hilos que acarician
la victoria del que se rinde a su pesar.

Vuelvo donde ya no floreces los geranios,
donde jugaban las sombras de las sabanas
tendidas al viento, que ya no incitan a bailar.

Cae la tarde mientras el sol va quemando nubes
y el viento se lleva el grito de lo que pudo ser,
siendo una copia fraudulenta de un rastro de verdad.

viernes, 13 de julio de 2007

Playa de invierno.

Cuando algo revosa en el corazón, ya sea tristeza, nostalgia o sencillamente recuerdos del pasado, entonces, el alma decide volcar sobre el papel todos los colores de aquella paleta, añoranza de un verano. Surge pues el abandono que el invierno virtio en aquella playa, en el declive de su enfangada arena: los días de luz y toda la ilusión rota que dejo en los cauces de la inmortalidad, el amor por la vida, el brillo de unos ojos que hacían navegar a la espuma blanca, como goletas en movimiento entre mi amor y el horizonte.


Solo el olvido pasea por tus límites marcados con la espuma helada,
que Venus regala a tus orillas.



El invierno te sumerge en el declive
del esplendor, invernando en nuestra
nostalgia, grano a grano tu ceniza.
Invadido queda el oro sobre el que recosté
las ganas de vivir, la ilusión se torna
algas, que llegan desde la furia del mar,
hojarascas que el viento aligera sobre
tu espalda, carroña que ni siquiera
despierta la atención de las gaviotas.

Un trozo de madera llega manchado
hasta la orilla, con lo que queda
de un nombre que el abismo te devuelve
a ti, depositaria del naufragio.

Vuelvo a ti y a mis inviernos
manchados de grasa y de salitre.
Te traigo cantares retenidos en un sueño,
y una astilla que albergo en el corazón
que espolea la razón y niega lo evidente.

Donde queda la brisa que enfriaba
el ardor de tu arena, ¿Cómo resistirme?
se lo que se, y esta sensación de ruina
que abraza tu contorno, me convence
de que todo lo que olvidamos,
queda extraviados en esta arena de nadie,
en la que hoy se ha instalado el invierno.