lunes, 11 de mayo de 2009

Dedos de tiza. (La poesia)


Foto: A. Luna.

Para que no sigamos describiendo el crepúsculo ¿Qué silencio nos llama? Y, sin embargo, que indiscutido fin contra naturaleza.

J.L. Candel.


Tal vez la respuesta esté en no ser nadie,
para ser capaz de serlo todo.

Ser el amor, en la justa medida de los sueños,
la niñez sin macula que guarda un nombre
reluciente y entero, o el espejo marino de
las nubes interceptando gaviotas envueltas en aire;
oleadas de aire que transitaran vivas, enhebrando
el hilván de las pleamares.

Mis dedos de tiza sobre el diedro cristal
que separa el mundo conocedor de nuestras
limitaciones, para redescubrir un nuevo lenguaje
desde fuera del hombre que lo signifique.

Así se van trenzando las grafías
en un cielo que aplazara la tormenta,
tejiendo la mirada que acierta el natural sentido
de la belleza, y salva el miedo a lo reconocible
en el revertir del signo del lenguaje;
originaria paz de los recuerdos, donde la metáfora
se unge tratando de trascender.

En esa medida sin calza del alma
cegada de azul, está el pájaro que mueve
el aire de la luz, la flor encendida de aquello
no codiciado temblando de alegría, y el fruto
que sin madurar, sacia la sed de la poesía
que aun no se he escrito, en las márgenes de la poesía.

Ven conmigo a coser la palabra al filo de la necesidad.
Ella colgará sobre el fin del resto de la desesperanza,
la conciencia plural de la memoria
que aguarda para ser canto, vida, esperanza,
aquí donde no ser nadie, es serlo todo.