lunes, 20 de julio de 2009

Alegorias de Isidoro


Mar mediterráneo, al sur de la isla de Menorca.

Oteábamos desde lo alto la espera
que discernía sobre el tiempo
aun no perdido, sobre el misterio
de la luz que iluminaba las miradas.
Era la rutina de la mañana que nos asomaba
por un instante a Granada, al gallo,
que daba cuenta de su existencia
a la campana, a ese último beso, que balancea
su esqueleto sólo para el aire.

Pero en realidad, aun no hemos
visto juntos el mar desde la playa
en que tantas veces hemos coincidido.

*Tú dijiste: no creas Isidoro que no me duelo contigo,
pero es cansado hacerle faena diaria al tiempo, humillarle.

Y la espera desliza también desde
lo alto, una carga de ansiedad
multiplicada, casi en la misma medida
con que el deseo aprieta en los bolsillos,
la linde de la tierra prometida.

Y nos cambiaron la rutina del tiempo,
premonitorio cuerpo sucesivo
donde sólo yo permanezco,
tan nimio, como la memoria
de las lagrimas de Fuente Grande.



*Estos dos versos forman parte del poema “Venceremos” de L. Aguilar, que de algún modo, inspiraron estas alegorías del Isidoro del poema mencionado, y del ficticio Isidoro Capdepón de Federico García Lorca.