domingo, 20 de abril de 2008

Nombre ajeno.


Costa Brava 2006. A. Luna.




...Y ya, sin un nombre, vistió su cuerpo blandamente con un sueño recién mojado en amor, en tránsito hacia otros nombres que pesaran menos en su memoria.


A Laura, con afecto.


Se viste con nombre ajeno,
sin saber que ella es la definición
del argumento que nombra los días
deshaciendo el equívoco del tiempo
de estar solo: la página más amable
sobre la que escribir venciendo el cárdeno
litigio que un día secara el lagrimal
de las letras, puertas que en su aldaba anuncian
los abandonos que te regresan a la libertad.

Entre su pecho y su vientre se alinea
la luz en las noches de un solo cuerpo,
y con las chispas que barajaban ensoñaciones,
azulean los versos sobre la alegría del Mediterráneo,
preñando de sal la arrogancia del aire,

¿Quién responde al viento, servil brazo
del aire que me trae al alba el perfume
de un cuerpo sin nombre, ansia de esta oquedad
de la memoria que se atreve a poner piel
a la mañana que se anticipa?

Y se va desgranando su gesto sobre
la voluntad intacta que desbarata
el proceloso tiempo de esquinas carcelarias,
y la ira que ciega a la libertad
se consume en la disciplinaria belleza
que desnuda su alma de nombre.

Ya en lo abstracto, sin más ambición
que la victoria que busca en tu boca
el camino que trenza la fe, mi instinto
se pierde en la ensoñación que, inevitablemente,
me lleva hacia el futuro, haciéndolo invulnerable.

miércoles, 2 de abril de 2008

Cóncava angostura del amor

Reo de sus propios actos, el cuerpo
yace convicto al borde
de su propia caida, mientras
la voluntad, ya confesion inerte,
va devorando su veneno,
carne ultrajada donde
el tiempo es ya su unico testigo.

C. Bonald.

Foto: 3ªpremio de fotografia 2005 ciudad de Hostalric. A. Luna.

Sobre la cóncava angostura del amor
atestigua la memoria sus mentiras,
la capitulación, los días sobre
borrosas noches que conformaban el deseo
con su sed de felicidad, horariamente
desnuda, y la carne aciaga de amor desgrana
corrosivo barro, sobre el onanismo de la misericordia
que enjuaga legendarios cuerpos,
abrazados contra el mudo baluarte del azar.

La sed que apenas sacia la sed,
junta todos los años en la irisación
del cuerpo que escapa a las bridas del castigo,
sobre la purificadora luminaria que reniega
del tiempo muerto del olvido,
y no hay en ello una brizna de fe,
ni siquiera un mezquino bostezo
de esperanza sobre la certeza,
de que ya no basta con vivir.