miércoles, 26 de septiembre de 2007

Cuando los niños se despiden del mar.



Dulce melancolía que enciende
la luz del mar, que se proyectaba
como una beldad al doblar el faro.

En este lenguaje comprimido,
esta la esencia de las perdidas
que se desvanecen sobre las muescas
que los ojos dejaron pintadas con tiza,
en el lienzo blanco de una chalupa.
La niñez sin misericordia, disgrega
las partículas de los juegos
en las escarpadas calles que iban
a parar al mar, estrechas y largas,
atadas a un cabo de la inocencia:
pelotas que dejaron de botar al doblar
la esquina del viejo pinar, el olor a domingo
en el pelo de una muchacha, la viruta
del lapicero recién afilado y la goma
de borrar tristezas de amistad.

Un sol tullido y viejo llora lágrimas
rojas, mientras se oculta tras el horizonte
mágico de los cuentos.

Nada consuela la ignorancia del motivo
de la perdida, ni el dolor que se oculta
tras las cañas, cuando los niños
se despiden del mar.

Tu muñeca, mi arsenal de lápices decolores,
las mañanas de abril y las flores,
la conmiseración del cielo, que separaba
tu puerta de la mía y una canción.

Mi pueblo era una mujer con nombre
de santo varón, un caminar bajo mis pies.
La niñez: una palabra sobre un cono de helado,
que degustaba cada verano a las tres.

14/junio/2007

domingo, 16 de septiembre de 2007

Sombras de otoño.


AUSENCIA.
Cuando te fueite,
me dejaste la noche
y su negrura.
Una lumbre mojada
gotea de los astros. (Manuel Neila)


Hay un lugar donde converge
el otoño y el ocre de las despedidas;
plazuelas vestidas de cielo negro
donde los niños abrigados de luna
ofician las sombras, de espaldas a la noche.

Otoño y despedida conforman un puente de plata
que sostienen ambos costados del recuerdo,
pendulando sobre los veleidosos turnos del futuro,
supliendo espacio por distancia en una estación
angosta, de envinados reflejos.

Hacia un lugar presentido deriva esa forma
que respira, su temblor no es vida,
si no aposento del ser, lugar de espera
donde nunca nadie se encuentra a si mismo.

El otoño transporta el mapa de los recuerdos
al lugar donde se enjuagan las lagrimas
que detienen el tiempo de las constelaciones,
sin dejar apenas espacio donde regocijar
el pensamiento, que avanza y retrocede.
Suyo fue desgranar el fruto, como ahora
lo es la cáscara de la tarde malva, donde
se reclina el sol de poniente.

El cielo de Orión derramara la ceniza
de las babas de Sirio, su sonrisa acerada
anuncia el frió del invierno a ambos extremos
del adiós, antes de que finalice el otoño.

jueves, 13 de septiembre de 2007

La rosa.




La poesía nombra a la rosa
para dejar a la razón en las márgenes
del sueño, su fragancia traspasa
el umbral del pensamiento, quedando
atrapada, entre olvido y recuerdo.
Y este aire que viene a perturbar
el orden de las cosas, dejando caer
lentamente la lluvia de los tilos
sobre las espaldas, mientras el corazón
late contra el muro del pecho.


¿Es esta luz, la que vierte su clemencia
entre sus pétalos y tanta primavera?

Ella viene a constatar que ninguna estación
dura eternamente, por mas que se empeñe
el alba en ocultar su origen y su abundancia.
No es la rosa su nombre, ni la remembranza
su aliento, ni aun el clamor del roció
que posa sobre ella sus gotas de agua,
son elixir que cierren el camino de la sangre.


Todo es la rosa en estas líneas
que pretenden dibujar la estación
donde no se detiene el tiempo, donde
quedan las hojas muertas y una sensación
de otoño que justifica una historia,
antes de que llegue el invierno.

¿Quién dijo rosa sin nombrarla?

Rosa solo hay una, la que hiere,
la que cura, si hay una voz
que precipite un nombre donde
reconocerse, para saber que ya pesan
mas las luces que tu derrota.
1/03/2007

domingo, 9 de septiembre de 2007

Tiempo de aire (bis)



Crecer sobre las alas húmedas de principios
de septiembre, cuando el verano sumerge
su agonía en el corazón de este aire de poniente.
Tiempo de aire incandescente: arruga del mar
tras la escollera del consuelo, sol de la ultima
tarde, que guarda en nosotros su memoria para
florecer en las pupilas transparentes del poeta.

Regresan los nombres que el mar devuelve
alados a las voces del oleaje, tiempo de aire
arrastra las redes de la misericordia
que la primavera deposito en su brillar
mas puro, para que el amor no deje señales
en la agonía que precede al verano.

Un péndulo de fulgor abrasa a cada hombre,
en la escala de la flecha que arde en cada verbo.
Abrir las puertas al aire, que nadie detenga
su corriente vendaval de verdad, que limpie
mi casa y detenga las velas del reloj, donde
se suceden los tiempos del aire.

Contra el oleaje, rompiendo el espectro
de la luz que enturbia el puerto que le espera,
barre el aire mi barca y su destino, y la pleamar
baila una danza de nieve, que nos roza con sus alas
un instante, conformando la marea de las palabras.

Viento de vida, fundación de mi voz,
a ella me uniré para ascender, para volver
a ser, tiempo de aire.